31 octubre 2010

Cerebros rotos

Unas 300.000 personas sufren en España daño cerebral sobrevenido
A su tragedia personal suman la de la escasez de centros especializados
Informe Semanal nos acerca al día a día de algunos de ellos, la mayoría jóvenes
29.10.2010
La Plaza del Ayuntamiento de Pamplona estaba, como siempre, llena de gente, impaciente por empezar la fiesta. Era el 6 de julio, el día del chupinazo. José Carlos Arranz y sus amigos prefirieron quedarse en la calle Calceteros, para evitar los mogollones. Por allí entraron unos jóvenes, con una ikurriña, que querían llegar a la plaza, y se toparon con la Policía Municipal. Lanzaron una botella que le rompió el cráneo a José Carlos. Él no perdió la conciencia; se dio cuenta de que no podía hablar, cuando le preguntaban su nombre y de dónde era; y de que no podía moverse, cuando intentó señalar su mochila, donde tenía el DNI.

Ese suceso fue una pequeña noticia en el Diario de Navarra y un trágico cambio en su vida. Tres meses después le encontramos en el Centro Estatal de Atención al Daño Cerebral. Está aprendiendo a hablar y cualquier gesto cotidiano, como atarse los cordones, es para él una pesadilla. No sabe si podrá volver a dar clases de Biología y Matemáticas en el instituto madrileño donde trabajaba. Pero es lo que más desea en este mundo. También sus alumnos, aquellos a los que se les caían las lágrimas, cuando José Carlos fue a visitarles hace unos días.

La suya es una de las historias del daño cerebral sobrevenido, el que se produce por una agresión, un accidente de tráfico, una enfermedad cardiovascular.... Esta semana se ha celebrado el día de esta dolencia, que en España es una gran desconocida. Por no saber, no sabemos ni cuántas personas la padecen. Se estima que unas 300.000. Hay muy pocos centros que ofrezcan tratamientos especializados y eso sí que es una tragedia, porque muchos de estos pacientes podrían recuperarse, aunque no fuera al 100%.

El programa Informe Semanal se acerca este sábado a la lucha de José Carlos, pero también recoge la victoria de Ramón Sevilla, que ha vuelto a sus estudios de Arquitectura, después de sobrevivir a una intoxicación por monóxido de carbono. La mala combustión de una caldera de gas mató a su madre, a su padrastro, a su abuela y a su hermano pequeño, un bebé de 20 meses. Él sufrió graves daños cerebrales, que le dejaron en silla de ruedas durante varios meses. Ha vuelto a caminar y a la universidad. Dice que está vivo por casualidad y que su vida es un regalo.

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